Diego Susón, un conspirador judío que se sublevaba contra
los cristianos, tenía una hija muy bella llamada Susona. Su hija era la amante
de un caballero cristiano y una noche decidió salir de su casa a escondidas
para acudir al encuentro de su amado.
Susona escuchó una conversación entre su padre y unos
compañeros en la que decían que matarían a su amante. Esa misma noche, Susona
decidió contar los planes que urdía su padre y éste fue ajusticiado.
Tras un periodo de reflexión, Susona decidió confesarse y el
monje le aconsejó que entrara en un convento. Cuando Susona salió del convento,
llevó una vida católica y pacífica. Tras su muerte, se encontró una cláusula en
su testamento en la que decía que su deseo era que cortaran su cabeza y la
expusieran en la puerta de su casa como recordatorio de su historia.
Actualmente, en la ciudad de Sevilla, hay una calle llamada
Susona, por lo que sabemos que esta leyenda está basada en un hecho real.
Calle Susona, Sevilla
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